La rinitis alérgica es una enfermedad inflamatoria crónica de la mucosa nasal, es mediada por una respuesta de hipersensibilidad tipo I, dirigida contra los alérgenos inhalados, donde existe un importante componente genético.
Los síntomas incluyen rinorrea, obstrucción, bloqueo nasal, prurito nasal y estornudos repetitivos. Se clasifica en estacional (intermitente) o perenne (crónica), donde aproximadamente 20% de los casos son estacionales, 40% perennes y 40% con características de ambos.
La respuesta inicial ocurre dentro de algunos minutos posteriores a la exposición a los alérgenos, lo que produce la de-granulación de las células cebadas del paciente.
Los linfocitos th2 liberan citosinas como interleucina Il-4, Il-9, Il-13, que promueven la formación de IGE y la Il-5 que atrae a los eosinófilos, estas alteraciones expresan el proceso inflamatorio en la rinitis alérgica. Las alarminas, los neuropéptidos y los mediadores lipídicos son estimuladores de la función de ilc2 (células linfoides innatas 2), las cuales contribuyen al ambiente inflamatorio alérgico incrementando il-4, il-13, il-9 e il-5.
La rinitis alérgica alcanza su pico en la segunda cuarta década de la vida y gradualmente declina. Por su otra parte, de 10 a 40 % de los pacientes con rinitis alérgica, padecen concurrentemente asma. En México se han encontrado prevalencias de 15% en Puebla; 17 % en Tulancingo e Hidalgo; 8 % en Tlaxcala y 11.9 % en Cuernavaca, Morelos.
Por lo anterior, para establecer un tratamiento farmacológico, es preciso identificar y eliminar los antígenos sospechosos. Algunas medidas preventivas pueden ayudar en gran manera a solucionar el problema.
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